sábado, 30 de noviembre de 2013

Creando cuentos...

Os dejo un cuento (no es infantil) que he preparado para acompañar un regalo que voy a hacer estas Navidades.



Dos veces le contesté y se me quedó mirando.
- ¿Qué pasa?
- Siempre repites las cosas cuando estás preocupada.
- Ah, eso. No es nada no te preocupes, solo pensaba en lo que pasó el otro día.
Hace unos días había presenciado un accidente en el metro, una señora con la cabeza ida había pronunciado una oración y se había arrojado a la vía. La imagen en verdad resultaba terrorífica, pero las tragedias suelen traer consigo unos series de pensamientos que nos aturden durante el día y que atormentan nuestros sueños. Imágenes de ángeles en llamas, de resurrección de demonios y de juicios. No os equivoquéis, soy una persona muy centrada y claramente atea, la idea de que un Dios que nunca vimos aparezca para juzgar nuestros actos en vida me parece tan absurda, ¿a quién le puede interesar lo que hacemos más que a la vecina cotilla? Si yo tuviera tanto poder como un Dios no lo iba a perder mirando persona por persona a ver qué hacen o dejan de hacer para castigarlos o llevármelos al cielo.
Antonio me besó en la frente y se levantó para pagar los cafés.
- Vámonos, ya está oscureciendo.
- No me apetece ir a casa, llévame al cine por favor.
- ¿Y qué quieres ver?
- La nueva de La tierra verde.
- ¿La tierra verde? Pero si tiene una pinta aburridísima.
- Me da igual, tengo muchas ganas de verla.
- Está bien, pero la próxima vez me toca elegir a mí.

...

- Venga deja de llorar.
- Era ella, de verdad que era ella.
María había salido llorando junto a otro grupo de personas. La escena era bastante tétrica, grupos de gente rodeando a alguna persona llorando y repitiendo lo mismo: Era ella.
No sabía qué hacer o cómo consolar a María. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Paseamos un rato, mientras ella iba cabizbaja e hipando. Entramos en una cafetería y pedimos un par de cafés hasta que empezó a relajarse y se quedó dormida abrazada a mí en la silla. Pedí al camarero que llamara un taxi y me la llevé en brazos cuando llegó el coche.

...

María había pasado una noche intranquila, hablando en sueños y sollozando. Finalmente a las 6 se levantó y se puso a ducharse y a peinarse con calma, tratando de alargar cada rizo, como si manteniéndose ocupada en que cada pelo quedara perfecto la alejara de sus pensamientos.
- Era ella. - Dijo después de una larga hora de peluquería, yo ya me había tomado un par de cafés tratando de matar el nerviosismo.
- ¿Quién?
- La chica del metro, salía en esa película.
- Entiendo que la escena del metro te afectara y que se reprodujera algo similar en la película te hiciera saltar ante el dolor del recuerdo, pero no puede ser ella.
- No, no lo entiendes, sí que era ella. Era la misma escena, las mismas frases y era ella.
- Escucha María, vamos a ver, el metro ni siquiera era en Madrid, era una película Londinense. - María se quedó en blanco.
- No puede ser.
Saltó del sitio y fue a por el ordenador, lo encendió. Mientras esperaba se trajo un café y lo tomó de un solo sorbo.
- ¿Qué haces?
- Debe haber alguna noticia del accidente del otro día.
Estuvo un rato buscando, diría que no encontró nada (que del accidente fue así, no apareció nada), pero sí se hablaba sobre lo que pasó anoche en el estreno de la película, había ocurrido una escena similar en los cines de las ciudades más importantes donde se había estrenado, gente saliendo aterrada, llorando y gritando que era ella.
- Antonio, ¿qué está pasando?
- Cojones, cómo quieres que lo sepa.
María agarró el ordenador y lo tiró al suelo.
- Pero ¿Te has vuelto loca? ¿Quieres que reviente?
- No me gusta esto, quiero saber qué ha pasado.
- Hostia María, pero no vas a arreglar nada estrellando el ordenador.
Nos vestimos y salimos a comisaría a denunciar lo ocurrido. No pensamos que fuera a valer para nada, pero tampoco queríamos quedarnos en casa amargados.

...

Nos tocó un agente que parecía más la marujilla del barrio que un servidor de la ley. Le interesó mucho todos los detalles, los cuales apenas apuntó, gastó varias bromas y parecía encantado con las noticias matutinas. María al final perdió los nervios y se puso a insultar a Gustavo, que era el nombre del policía, cuando empezó a atraer a más compañeros por el escándalo ella dio media vuelta y salió de la comisaría para romper a llorar.

...

En los periódicos generales nunca salió nada más al respecto, pero por internet ruló mucho tipo de información e intrigas al respecto, la que se hizo más popular fue que lo ocurrido era cosa de las grandes productoras que estaban desarrollando un tipo de publicidad nueva que iba directamente al cerebro proyectando una imagen que la asociaba con el producto y que sin que te dieras cuenta sintieras la necesidad de consumirlo.

Poco a poco iban surgiendo leyendas urbanas:
Una chica que juraba haber tenido una de esas proyecciones donde tenía una aventura con un guapísimo desconocido y desde entonces quería comprar el perfume XXX que le recordaba la pasión del momento.
Otro juraba que su bebida favorita era XXX desde que le dio suerte para ser el primero en un campeonato de bolos que descubrió después que nunca existió.





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